Ven desde tus sombrías órbitas sin pupilas, desde tu oscura soledad alterna con la lira sumida en ofertorios, en extremo delirio de un cántico sin pausa.
De forma tal que el ofertorio no pueda convertirse nunca en una procesión significativa de otra cosa distinta que lo que celebramos en el misterio eucarístico.
Durante el ofertorio, el papa acogió a una niña muy pequeña que nació sin cerebro y que aún vive, cuando normalmente estos niños fallecen casi inmediatamente.